miércoles, 12 de mayo de 2010

► Mansa Woman

Creo que Neruda escribió: “Sucede que a veces me canso de ser hombre”. Buena frase.

Pues bien, a mí me pasa que a veces me canso de ser mujer. Y, por favor, que no se entienda que de repente me dieron ganas de lucir bigotes. Resulta, simplemente, que las exigencias que se le hacen a una por el hecho de ser genéticamente XX son demasiadas. Un ejemplo: con motivo de los 200 años de nuestra Independencia circulan geniales ideas del estilo “Elijamos a la Chilena del Bicentenario”. Sí, tal cual: así como ya se escogió al Quiltro del Bicentenario y otros se entusiasman con organizar el concurso La Cola (trasero) del Bicentenario, no faltan quienes tienen una mirada más holística del asunto y proponen dar categoría de heroína a la compatriota que cumpla con una serie de atributos.

¿Y cuáles serían dichos atributos? He aquí el problema. Además de ser un talento profesional, se trata de una esposa ejemplar, amante fuera de serie y madre abnegada. Por añadidura, este espécimen destaca en alguna actividad propiamente femenina, de esas que realizaban nuestras abuelas, como preparar mermelada de moras recogidas con sus manos. Por supuesto que sus dedos –a pesar de pelar el ajo, como se dice– conservan una manicure de lujo.

Según las encuestas y estudios sobre cómo debe ser la Chilena del Bicentenario, nos enfrentamos a una señora o señorita de otro planeta: a la par de competir sin complejos en un mundo laboral cargado a la testosterona, es capaz de mantener su lado femenino intacto.

Entonces, casi por defecto, entendemos que se trata de alguien que si no le alcanzó para beldad, por lo menos entra en la categoría de atractiva o ‘guapa’. Y cualquiera mortal promedio sabe que para verse aceptable no basta con una manito de gato, sino que muchas veces es necesario recurrir a la manito de un felino tipo Dientes de Sable (¿se acuerdan del gatito de Los Picapiedras?). Esta fulanita excepcional debe, además, andar con una sonrisa de oreja a oreja. Ser y parecer feliz, porque una mina con cara de poto no califica, of course.

Y como broche de oro, la mujer del nuevo milenio debe sentirse li-be-ra-da. ¡Buena la talla! ¿Quién puede sentirse como pajarito sin ataduras con tantas exigencias? No hay salud. Una personalidad de ese talante terminaría convertida en la caricatura de una mujer. En algo así como la Mansa Woman del Jappening con Ja. Es decir, en un personaje grotesco, imposible, ridículo.

Por eso, propongo una sola condición para que nos transformemos en la Chilena del Bicentenario: mandar a varios al demonio, por ponerlo de una forma elegante.

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