viernes, 17 de julio de 2009

► Sí, pero no...

El “doble estándar” –este popular deporte que se practica con especial destreza y ahínco a lo largo y ancho de nuestro fértil territorio– tendría los días contados si no fuera porque todos tenemos –unos más y otros demasiado– tejado de vidrio.


Inconsecuencia es otro calificativo del mismo fenómeno, y ahí entran jefes exigentes que sacan la vuelta, carabineros que manejan hablando por celular y padres que predican el respeto a sus hijos, pero gritonean a la nana. O esos viejos que critican a sus hijos televitos y añoran la época en que ellos, de niños, leían a Salgari, Julio Verne o el Tesoro de la Juventud, pero que hoy tienen llagas en las manos de tanto hacer zapping.


En el escenario político esta disciplina está en el manual de procedimiento, a niveles de perfección alucinantes, por habilidad o pertinacia en el entrenamiento. Hoy se defiende el blanco y mañana el negro sin complejos, pero con una condición: no hay que ponerse ni siquiera colorado.


Un par de ejemplos están ahí, sobre la mesa, en temas de primera página de todos los diarios. Veamos.

Uno de los bloques políticos, conforme se acercan las elecciones, avanza blandiendo la ventaja moral de la defensa de la democracia en Chile, al momento que enrostra al otro el apoyo y la acción en dictadura. Ese es un dato que se ajusta plenamente a la verdad, sólo que ni por asomo esos mismos monjes de la democracia recuerdan con qué entusiasmo prestaron ropa a regímenes de la misma calaña, pero de otro color ideológico.Hasta un viaje presidencial de turismo totalitario se hizo este año a Cuba sin inconvenientes de unos y para escándalo de varios anticastristas chilensis.

¿En qué quedamos? ¿Detestamos las dictaduras o el problema es que no sean de nuestro sector?

Y qué decir en la discusión de la mentada “píldora del día después”, donde se ha hecho un carnaval del “doble estándar”, de lado y lado nuevamente. Toca que un porcentaje no despreciable de los apóstoles pro vida que hoy salen a la calle dispuestos a inmolarse para evitar que se reparta una pastilla que, en una de esas provoca un aborto, hace pocos años hablaban de “supuestos” detenidos-desaparecidos, sin considerar entonces su principio favorito del “ante la duda, me abstengo”, para rechazar la muerte de un ser humano. Y por la vereda de enfrente las cosas no se ven mejor. Muchos de los guaripolas de la defensa de las libertades públicas y los derechos humanos, que apuntan con el dedo a todo lo que se mueve, ni pretenden esperar el consenso científico sobre el carácter o no abortivo de la famosa píldora para tomar partido, pues ellos juegan en otra cancha, la de la libertad reproductiva de la mujer, sin más consideraciones, como si lo que se engendrara en el vientre femenino fuera un puñado de guaipe, y no una vida tan valiosa como la de cada desafortunado morador del Patio 29.

¿En qué quedamos? ¿Somos pro vida o estamos por defenderla cuando nos convenga para sostener nuestras ideas?

Estimado conciudadano: si usted aspira a formar parte de la selección nacional del “doble estándar” no olvide algo clave: aférrese al principio éticomás potente que encuentre o le acomode, aunque en el pasado, ahora mismo o en el futuro, lo violente y trapee el piso con él. Suerte.

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