martes, 7 de julio de 2009

► ¡Chuta, viene alguien! ¡Vístete!

¿Habrá situación más traumante que cuando te pillan "in situ"? ¿Habrá momento más vulnerablemente doloroso que cuando un agente externo, como tus padres, tíos o cuñados, te encuentran con las manos en la “masa”? De hecho un momento así puede llegar a ser un shock que permanece por siempre, como cuando nos da por hacerlo rápido y corto, sin que haya un más mínimo indicio de que alguien viene. Pero a veces una se queda con la idea, y esa idea es por aquella chambona vez que te pillaron. ¡Viene alguien, estoy segura! ¡Shhh, cállate! ¿No escuchas? Pero no vuela ni una mosca. A eso se le llama efecto postraumático coito descubierto. Aunque ya no me pasa que me pillen, claro, porque con los años una se va haciendo grande y se va comprando o arrendando algún departamento o casa, donde además de no tener que mirarle la cara a nadie, se puede tener sexo dignamente, sin hacerlo a las rapiditas, ni a las escondidas de ningún imprudente.


Mi más recordado maldito shock lo viví en la casa de mi pololo R. Eran más o menos las dos de la tarde de la primavera de 2005 y yo había hecho un break en la universidad, no para la colación alimenticia, sino para la colación afectiva con R. Entonces lo fui a ver y nos lanzamos al piso del dormitorio de los adorados suegros y lo hicimos felices en medio de un lugar ajeno al nuestro. Debió haber sido genial, porque yo -que no soy buena para el grito ni para el quejido-, ese día me desahogué y me expresé en mi excitación. Pero no me di cuenta cuando la antagonista de la historia, la malvada cuñada, entró a la casa. Evidentemente, para mantenerse en su rol ella no podía decir “hola… llegué” -y con eso nos hubiera ayudado a no pasar la vergüenza de nuestras vidas-, porque como toda antagonista, te quiere tener entre sus manos para destruirte y contarle a sus santos padre lo que vio; entonces entró despacio. ¡Y nos descubrió la muy voyerista! Sin embargo, como Dios castiga, pero no a palos, la espía de la moral medieval se enredó con los pies de su hermano, y cayó casi, pero casi, al lado de nosotros.


Escena surrealista: la antagonista mirándome fíjamente en el piso con su cabeza casi incrustada en el velador; su hermano sobre y dentro de mí; y yo terminando de jadear de un solo impacto. Pero hay gente mala como ella y gente estúpida como R, que no se inmutó por mi desgracia de ser vista sin ropa por la malvada, sino que se río y lo tiró a la broma: “Jajaja…parece que estamos jugando al montoncito, ¡todos arriba de la Karencita!”. Mmm, ya ¿era cómico? ¿Estábamos viendo el Japenning o tienes la sensibilidad de Esquéletor? Ayúdame a decir las palabras “púdrete tú y tu hermana”. Nunca más lo hice en el santo dormitorio de mis suegros, me traumé.


Sin embargo, más horroroso fue lo de mi amiga Coni G. Estaba en la casa de su novio, pegoteada a él como lapa y tapada con la nunca bien ponderada “manta”. Pero sorpresivamente llegó la madre del condenado con una de sus hermanas. Y Coni y el novio lamentablemente ya estaban en traje de Adán y Eva de la cintura para abajo, pero bajo la manta. La hermana de la madre, muy comedida, muy discreta y ubicada, dice: “Pero mira, Susana, te apuesto que estos niñitos están en pelota debajo del chalcito”. Riéndose Susana, la suegra, dice: “Cómo se te ocurre, Eugenia, no los molestes más, vamos a la cocina”. “Pero, mira, -insiste la discreta- apostemos, les saco el chal y están en pelota, ¿cierto, niñitos? Están piluchitos. No me lo nieguen”. Coni sudaba de terror y el sobrino del año también tratando además que no se notara su “estado”. Pero Eugenia disfrutaba. Era pérfida. Hasta que se acercó, estiró su mano, en un ademán de que sacaría la manta y los dejaría expuestos en sus partes, y dijo en medio de carcajadas: “se la creyeron, niñitos, cómo se les ocurre, si la tía Euge los quiere…sigan en lo que estaban, pillines. Yo hacía lo mismo con el tío Mario”.


El caso tres y final es el de Toffee. Toffee es mi amigo y lo quiero, pero nunca, en ningún aspecto de la vida, mide las consecuencias. Esa noche menos. Le dio, pero le dio que quería hacerlo con su pinche en el baño de un restorán de turno. Tiene esa obsesión, el público. O sea hubiera sido una disco, un bar repleto de gente, un pub ultra taquilla, pero esto era un restorán, con muy pocos comensales y el quería ahí. Tozudo al cubo. Entonces el rey de la exposición llevó a su pinche al baño y tuvo sexo relajadamente hasta que llegaron dos guardias y el dueño del restorán a sacarlos de un ala. Lo peor fue que los diez seres humanos que comían ya se habían enterado que había una pareja de depravados sexuales en el baño del establecimiento y no dejaron de hacer comentarios cuando Toffee, tuvo que cruzar el lugar, cual Jesús de Nazaret con la Cruz y con el estigma y el rostro de recién…eso mismo.


Bueno a el le gusta, pero a mí no. Prefiero no pasar susto. Sin invitados ni visitas sorpresa, si la cosa no es una película de estreno para que lleguen a interrumpir. Acá hay candadito cerradito, nadie más juega. Especialmente la espía hermana de R.

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