lunes, 8 de junio de 2009

► Manual de Seducción

Tengo un amigo que vive en Londres. Tiene un lindo departamento y un trabajo exigente, pero bien pagado. Un sueño, dirá usted, pero mi amigo tiene un problema: se siente solo. Hace poco decidió que si no tenía pareja, al menos debía conseguir sexo. Entonces se inscribió en uno de esos portales de encuentros virtuales y compró el libro The Game, de Neil Strauss, una mezcla de novela con manual de seducción que propone "hacer del arte de llevar mujeres a la cama una ciencia exacta". Tal cual. ¿Usted creía que este tipo de texto era sólo para mujeres? Error. De hecho, en varias ciudades se organizan encuentros masculinos donde entrenadores especializados ayudan a mejorar las técnicas de seducción. Se me viene a la memoria el personaje de Tom Cruise en Magnolia, el misógino aquél. Entonces mi amigo se compró ropa, escogió a las chicas que le gustaron del portal y siguió los pasos del libro. Con todas hizo lo mismo: las llevó al bar de la esquina, les habló de la azotea y su magnífica vista y les propuso ir a conocerla, pasando antes por su departamento a buscar el vino, donde, obvio, había una escenografía: la colección completa de libros de Neruda, flores, obras de arte, diferentes tipos de vino, una cocina equipada. Todo montado para impresionarlas. Según él, la estrategia no falla: de vuelta en la azotea, casi todas caen y terminan en su cama. Dos días después, le haya gustado o no la chica, le manda flores, como quien agradece el favor.

Según The Game, parte de la clave del éxito es mostrar indiferencia hacia el objetivo, usar elogios irónicos ("qué lindas tus piernas rellenitas") y jamás invitarla a comer ni regalarle nada hasta haberse acostado con ella. Básicamente, "trátala mal y no gastes un peso en un proyecto incierto". Vuelve a mi cabeza Tom Cruise, rabioso, con su pelo largo tomado atrás. ¿Nos odian un poco? ¿Nos hemos puesto tan exigentes que no saben cómo seducirnos? Sí, me sé de memoria el discurso de que ahora los hombres se sienten vulnerables, temerosos y confusos. No debe ser fácil que de un día para otro empiecen a ponerle nota a tu performance sexual, que comparen tu órgano con otros y que te exijan ser cariñoso y salvaje, sobre todo si llevabas siglos disfrutando del sexo a tu pinta y sin reclamos; pero vamos, no es para tanto. Me acordé de un autora gringa, Kathleen Parker, una loca de patio, que plantea que con nuestra emancipación hemos despreciado la masculinidad a tal punto que los hombres podrían desaparecer. Por favor. Lo que es yo, por si le sirve a alguno de los varones que lee mi blog, elijo a los hombres espontáneos, los libros de poesía no me impresionan, valoro la masculinidad y no saldría con alguien que prefiere no invitarme a comer. Y otra cosa: mi amigo aún se siente solo.

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